El pasado 3 de febrero El Salvador eligió a un nuevo presidente. Nayib Bukele se convirtió en el Presidente más joven de la región (el Presidente de Costa Rica es un año mayor) y el único dignatario centroamericano que no cuenta con un título universitario. Ejerció el cargo de alcalde de San Salvador durante el período 2015-2018 con el actual partido en el gobierno, el FMLN.

Es un Presidente sin partido propio. Después de ser expulsado del FMLN, luego de un incidente de abuso verbal, del que fue absuelto en primera instancia y está en fase de apelación, quiso inscribir su candidatura con el partido de centro-izquierda, Cambio Democrático. El partido fue cancelado por las autoridades electorales, por lo que hace menos de un año hizo una alianza con el partido de centro-derecha que lo lleva a la presidencia, la Gran Alianza para la Unidad Nacional (GANA). Su itinerancia en distintos partidos hace que su orientación ideológica no esté definida para el período presidencial que inicia.

Por primera vez desde la firma de la Paz de 1992, el presidente representa a una tercera fuerza política, en un país gobernado por dos partidos tradicionales que se alternaron el poder durante el período de posguerra. Enfrenta un difícil escenario en la Asamblea Nacional, para promover cambios profundos, ya que las fuerzas desplazadas del poder ejecutivo aún controlan el legislativo, presentando retos adicionales a la difícil situación económica y social del país.

El Salvador atraviesa una inestabilidad sociopolítica hace más de 75 años, gatillada por intervenciones internacionales, golpes militares, fraudes electorales y una cruenta guerra civil. A estos fenómenos se suman factores como la precarización del trabajo, el deterioro de la calidad de vida de la gran mayoría de la población (es uno de los países más pobres del mundo) y, sobre todo, el incremento en los niveles de violencia.

A todo lo anterior se suma la gran desafección del electorado salvadoreño; en estas elecciones solo un 41% de las ciudadanía habilitada para votar acudió a las urnas, por lo que puede decirse que el ganador de las elecciones fue el abstencionismo y la baja participación ciudadana.

En dicho contexto, Desde Ciudadanía Inteligente queremos hacer cuatro recomendaciones al nuevo gobierno de Nayib Bukele:

  • Reactivar a la ciudadanía, estableciendo mecanismos de participación ciudadana vinculantes para la autoridad pública. Construir un gobierno abierto a la participación ciudadana en la creación e implementación de políticas públicas, como ya lo hizo el presidente electo cuando en 2014 construyó su plan de gobierno para la alcaldía de San Salvador a través de una consulta pública. Esto lo hizo también en sus elecciones presidenciales, existía una plataforma colaborativa.

  • Cumplir la promesa central de su campaña de lucha contra la corrupción. Consideramos positiva la disposición y apertura a recibir apoyo internacional para la lucha contra la corrupción. Ésta no puede llevarse a cabo sin el adecuado presupuesto, sin políticas que garanticen la transparencia y participación multisectorial del proceso y sin una agenda impulsada desde el Ejecutivo para combatir de forma mancomunada la impunidad de los grupos criminales organizados.

  • Avanzar en derechos de las mujeres. El Presidente Bukele fue el único candidato que no incluyó a una mujer en su fórmula como candidata a la vicepresidencia. A la espera de los nombramientos de su gabinete y cuerpo diplomático, esperamos desde Fundación Ciudadanía Inteligente que considere la más alta representación de mujeres en éstos. Así también, tal y como ha señalado tanto la Comisión Interamericana como las Naciones Unidas, el nuevo gobierno debe tomar medidas urgentes para garantizar la seguridad y el acceso a la salud de las mujeres salvadoreñas. Es de especial preocupación combatir tanto el aumento en el número de feminicidios como la criminalización total del aborto. Aún sin reformas legislativas, el nuevo Presidente y su equipo pueden impulsar iniciativas en esta línea.