Hoy Perú vive en una grave crisis política y son muchas las interrogantes, por eso invitamos a Amire Ortiz, Directora General y Fundadora de Mujeres de Derecho de Acción Por Igualdad, a escribir en nuestro blog. Acá puedes leer su columna completa.

Cuando pensaba en escribir este texto, tenía la intencionalidad primaria de abordar de manera más objetiva e informativa la problemática que ocurre en mi país; sin embargo, cargada de profundos sentires y consciente de que es necesario también dar a conocer la crisis a través de la expresión de los mismos, pretendo que en las siguientes líneas puedan leer a una ciudadana peruana expresándose no solo desde la indignación, sino también desde el dolor por todo lo ocurrido en esta semana.

Hace una semana, el Perú se sumergió en una crisis más álgida a la que ya experimentábamos por la pandemia, pues luego de varios intentos de sabotaje al gobierno por parte del Congreso, con intereses muy distintos a los del bien común, orillaron al país a un escenario sumamente preocupante, generando una crisis política en medio de un contexto que ya era difícil para la población. Es así que, mediante una interpretación antojadiza de la Constitución vacaron al entonces presidente de la República Martín Vizcarra por incapacidad moral, esto a consecuencia de la apertura de una investigación fiscal por presuntos sobornos y actos de corrupción en los cuales habría incurrido durante su mandato como gobernador regional de Moquegua durante el período del 2011 - 2014. Como ciudadanía éramos conscientes de todo lo que la denuncia implicaba, pero se consideró importante respetar las vías legales pertinentes a fin de que se realicen las investigaciones y procesos judiciales que correspondan, esperando que el señor Vizcarra concluya su mandato presidencial y asuma las consecuencias penales, que le fueran aplicables de hallarle culpable, pero que por sobre todas las cosas el país se mantenga estable. Más aún cuando resultaba evidente que la intención del Congreso no era la de salvaguardar la moralidad, sino la de proteger sus intereses que les estaban siendo afectados por las reformas políticas, que incluían por ejemplo la reforma universitaria, la cual impactaba directamente en dos empresarios del sector educación cuestionados que a su vez son presidentes de dos partidos políticos que tienen bancadas en el actual congreso.

Este parlamento, sin lugar a dudas, es uno de los más nefastos que se han registrado en estos últimos 30 años, porque además de servir a intereses particulares, encarna en sus propios miembros un enquistamiento de la criminalidad en el propio Estado, pues actualmente 68 congresistas son investigados por la Fiscalía por delitos como peculado, abuso de autoridad, coacción laboral, contaminación del ambiente, usurpación, estafa, lavado de activos, homicidio, entre otros.

La apatía política, aunada a una historia de represión y estigmatización como terrorista gestada desde la época de la dictadura fujimorista hacia las personas que ejercen ciudadanía ha mantenido al pueblo peruano muchas veces indiferente de los sucesos sociales, esto junto a la crisis sanitaria que mantenía a todos y todas en casa, creo yo, fue una especie de incentivo para que las mafias corruptas sientan que podían cometer de manera plena sus fechorías e iniciar la repartija del país. No obstante, el cálculo les falló, porque su conducta tan indigna, el ver usar la banda presidencial a Manuel Merino, un sujeto sin logro alguno con más de 50 investigaciones fiscales, logró despertar una protesta ciudadana a nivel nacional en una magnitud no vista desde el 2000, de hecho, superó la de aquellas épocas.

El despertar ciudadano convocó incluso a quienes no suelen ser partícipes de acciones de incidencia social y política, nació un sentimiento de deber moral de no dejar que saboteen al país que amamos y aunado a eso el deber de cuidado con la población vulnerable, a quien sentíamos que debíamos representar en las calles por una pandemia que aún está presente. Sin embargo, quienes nos cargaron de emociones y se llevan el mayor protagonismo son las y los jóvenes, personas recién salidas de la adolescencia nos mostraban el nacimiento de una nueva generación de lucha, la generación del bicentenario, la misma que merece la pena mencionar, incluye la participación potente de mujeres feministas.

A la mafia evidentemente este despertar le generó una profunda insatisfacción, ya habían otorgado una concesión a una nueva empresa de telecomunicaciones que es fachada de la Telefónica, que le debe al Perú millones en impuestos, empezaban la repartija, por eso, la presión popular despertó por su lado la vileza y crueldad, adjetivos que no son suficientes para plasmar en palabras el dolor del cual el Perú fue víctima. El nivel de agresión y represión policial emprendida sobre la ciudadanía peruana ha sido desproporcional, fueron actos macabros, con violencia excesiva, torturas, violencia sexual y olvidando que la protesta es un derecho constitucionalmente reconocido, procedieron a ejercer una masacre sobre personas cuyas únicas armas de lucha eran sus voces. Se utilizó estrategias contrarias a los derechos humanos, como la inclusión de los efectivos “terna” que son policías vestidos de civil infiltrados entre la gente, que sin identificación alguna procedían a ejercer violencia arbitraria.

Como consecuencia de la represión, se registró la dolorosa muerte de dos jóvenes, Inti y Bryan, con múltiples perdigones incrustados en el rostro y cuerpo, entre más signos de agresión, más de 50 desapariciones, que después de la continuidad de la expresión de la furia organizada, iban apareciendo poco a poco de forma misteriosa en hospitales y demás; pero aún no todos han vuelto a casa. Asimismo, decenas de heridos, uno de ellos nunca más podrá volver a caminar y miles de sobrevivientes que pese a todo siguen unidos en dignidad.

Se logró la renuncia de Merino, quien junto a sus cómplices ya fueron denunciados y enfrentarán procesos judiciales por homicidio calificado, desapariciones forzosas, lesiones graves y todo aquello que corresponda como consecuencia de las investigaciones, como también deberán enfrentar las acciones diversas que han emprendido los organismos internacionales. Sin embargo, esto no se soluciona con la caída de ese personaje indigno, no se trata de personas, se trata de todo un sistema habilitante para la corrupción, que, de diversas formas, también mata, por lo que es necesario cambiar las estructuras de raíz.

La presencia de Merino fue solo la punta del iceberg de toda la mafia que ha cooptado nuestro país para su beneficio personal, en este quinquenio ya vamos por 4 presidentes, todos nuestros ex presidentes se encuentran vinculados a escándalos de corrupción, uno de ellos se suicidó cuando iba a ser detenido, las brechas sociales, laborales, de género son cada vez más grandes. Los derechos labores, son privilegios de pocos, el acceso a la salud es una ilusión, la economía se sustenta en más de un 90% en pequeños empresarios que nacieron de la informalidad, la desesperación y el hambre de una sociedad que siempre les dio la espalda y que no gozan de derechos.

Lo ocurrido en estos días, es solo la explosión de la indignación contenida desde hace mucho, de ese crecimiento económico que decían existía pero que nunca te beneficiaba, las oportunidades de desarrollo son cada vez más escasas, aunque hagas todo lo posible para salir adelante. Es por ello, que se pone en evidencia que las actuales reglas de juego ya no van más, que lo escrito en la Constitución de 1993, en la dictadura fujimorista, no trasciende a la realidad y que el derecho a la igualdad y otros derechos fundamentales, son solo líneas escritas.

Luego de la permanencia de caprichos de este Congreso, en donde, pese a todo, seguían sin ponerse de acuerdo, creando incluso un escenario de evidente acoso político hacia una mujer feminista defensora de los derechos humanos que se planteó como opción, no teníamos presidente/a a la vista. Finalmente, se llegó a elegir a Francisco Sagasti, integrante de un partido del “medio” que no es de aquí ni es de allá, pero que a título personal es un hombre de ciencia, académico, con amplia experiencia en organismos internacionales, que al parecer en medio de tanto dolor, se pinta como un articulador necesario para estos momentos de reparación, demostrando cualidades personales que resultan sumamente sanadoras en estos momentos. Invitó a las familias de las víctimas a la ceremonia de juramentación, un acto importante, a diferencia de Merino que tenía como principales espectadores a políticos acusados de participar de la labor de titiriteros de lo ocurrido.

Sagasti tuvo un mensaje bastante reparador, pidiendo perdón en nombre del Estado por todo el dolor que se había causado en estos días de turbulencia dolorosa, planteó aspectos importantes en materia de lucha contra la pandemia y apoyo al sector agrario, pero generando además con un mensaje bastante articulado y sobre todo sentido una sensación de que ecuanimidad y soporte que nuestras golpeadas esperanzas por un Perú mejor necesitan tanto.

No obstante, esta crisis no se soluciona con una conducta “reparadora” de un congreso tan lesivo mediante la designación de un presidente, cuyas cualidades si bien son buenas, solo sirven para apaciguar el momento y dar la necesaria estabilidad, pero no apuntan a generar los espacios de cambios de fondo que son imperantes, pues no se puede olvidar la sangre derramada y el clamor de la población que iba más allá de #FueraMerino.

Si no es ahora, ¿cuándo? El Perú ya despertó y con la juventud consciente seguimos en pie de lucha por una Asamblea Constituyente. En definitiva, se metieron con la generación equivocada.