Sin alertas la corrupción no cae
La palabra es muy conocida en el Hemisferio Norte, pero quizás en nuestras latitudes no tanto: whistleblowing. La traducción literal en inglés es hacer sonar un silbato, pero se refiere al acto de alertar o denunciar (en muchos casos de forma anónima) algún tipo de irregularidad, delito o hecho de corrupción.
El whistleblower más famoso de la historia es quizás Mark Felt (alias ‘Deep Throat’) el informante que entregó información a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el involucramiento de Richard Nixon en el escándalo Watergate. Más recientemente, Julian Assange, Edward Snowden y Chelsea Manning han acaparado portadas (y sido perseguida y perseguidos) por revelar cables diplomáticos e información de cómo opera la vigilancia estatal en el mundo.
La verdad es que no todos los whistleblowers tienen esa notoriedad pública, ni tampoco se conocen sus identidades. Todos los días y en todo el mundo cientos de personas informan sobre hechos de corrupción de forma anónima a través de buzones creados especialmente para hacer del acto de la alerta algo común y seguro. En diciembre de 2018 lanzamos Chileleaks, nuestro sitio para entregar evidencia de corrupción que puede ser investigada por medios de comunicación.
A raíz de esta experiencia, organizamos junto a la Cátedra de Transparencia y Datos de la Universidad de Valencia y la Fundación Baltasar Garzón una jornada en la Escuela de Informática de la UPV en la que nos reunimos con activistas y agentes que promueven el whistleblowing y la defensa de alertadores en todo el mundo.
La convocatoria fue de lujo: reunimos a líderes con experiencia, creativos y valientes que llevan décadas luchando por proteger a alertadores y alertadoras, mejorar la protección legal para ellas y ellos, y crear tecnología segura para promover una cultura de denuncia en todo el mundo.
Nos acompañó Joan Llinares, director de la Agencia Valenciana Antifraude (que tiene su propio buzón para denuncias ciudadanas), Anna Myers, destacada experta y directora de la Whistleblowing International Network, Annegret Falter, presidenta de la organización alemana Whistleblower-Netzwerk, Harlo Holmes, directora de Newsroom Digital Security en la organización estadounidense Freedom of the Press Foundation, Sacha van Geffen, CEO de GreenHost (compañía holandesa que ofrece hosting que protege los derechos digitales), Eduard Martín-Borregón (aliado de Ciudadanía Inteligente que nos ayudó a crear y montar Chileleaks con su experiencia en MéxicoLeaks y PODER), Bruno Galizzi (coordinador de proyectos de [FIBGAR] (https://www.fibgar.org/)), Antonia Ferrer (directora de la Cátedra de Transparencia de la UPV) y Jean-Philippe Fogle (coordinador de proyectos en House of Whistleblowers), entre otros.
Lo que queremos decir respecto a todos estos nombres y experiencias es que si este encuentro fuera un festival de música, SERÍA UNO DE LOS GRANDES. Y aprendimos mucho de la experiencia europea, en la que el whistleblowing es un concepto que se conoce y debate, y que con el apoyo de varias de las organizaciones que estuvieron en el encuentro, ya avanza hacia un acuerdo de toda la UE para la protección de denunciantes.
Y la jornada terminó con buenas noticias para América Latina, porque ya tenemos un acuerdo entre las y los asistentes para fortalecer el whistleblowing en nuestra región y promoverlo en un área tan relevante para nuestro desarrollo como la protección del medioambiente. Los siguientes pasos son esperanzadores, porque ya contamos con una coalición de expertas y expertos con los que nos seguiremos reuniendo en los próximos meses para generar más cultura de whistleblowing en nuestra región y, poco a poco, hacer retroceder la corrupción.